Homilía de la Coronación Canónica

CORONACIÓN DE LA IMAGEN DE LA VIRGEN DEL ROCÍO

(Catedral-Málaga, 12 septiembre 2015)

Lecturas: Ap 12, 1-3.7; Sal (Jdt 13, 18-19; Lc 1, 26-38.

1. Queridos hermanos, una larga historia jalona la vida de la Real, Ilustre y Venerable Hermandad Sacramental de Nuestro Padre Jesús Nazareno de los Pasos en el Monte Calvario y María Santísima del Rocío.

Sus orígenes se remontan a la presencia en Málaga de la Orden de los Mínimos, quienes, a principios del siglo XVI iniciaron en el convento de La Victoria un “Viacrucis” todos los viernes del año, que daría origen a la hermandad de penitencia del Santo Cristo del Monte Calvario. En años posteriores hubo una escisión interna, en 1706, y un grupo de hermanos fundaron la Hermandad de los Pasos de Jesús en la capilla del Real Hospital de San Lázaro. Diversos avatares históricos siguieron a estos hechos, hasta que en 1922 comienza la revitalización de esta hermandad y se incorpora en la recién creada Agrupación de Cofradías de Semana Santa de Málaga.

En 1931 fue bendecida la imagen de María Santísima del Rocío, obra del imaginero valenciano Pío Mollar Franch, del que me complace ser paisano. Es de todos conocido que, al empezar la Segunda República, tuvo lugar la trágica quema de iglesias y conventos en Málaga, que destruyó el patrimonio de muchas parroquias, monasterios, conventos y hermandades, entre ellas el Rocío. La actual imagen, que hoy será coronada, es réplica de la primitiva, hecha por el mismo autor.

Esta advocación mariana del Rocío para una hermandad penitencial era novedosa en aquella época, pidiéndole al artista que hiciera una imagen que no fuera ni “dolorosa” ni de “gloria”; tarea no fácil de realizar, conociendo la tradición de nuestras gentes que aprecian las imágenes barrocas de dolorosas.

2. En el año 2006 esta Hermandad solicitó al obispado la concesión de la coronación canónica de la imagen de María Santísima del Rocío. En 2012 acepté, como obispo de Málaga, tal petición, proponiéndoos un programa a realizar y un camino a recorrer, que, gracias a Dios y con la ayuda de la Virgen, habéis llevado a cabo de modo responsable con firmeza y tesón. ¡Enhorabuena y felicidades por este camino recorrido!

Las cosas grandes se preparan con mucho tiempo. Recuerdo una reunión en el Vaticano con el papa Juan Pablo II, hoy beato, en la que decía: “Un acontecimiento importante en la vida de la Iglesia necesita tiempo para prepararlo”. Po eso, una coronación bien hecha necesita tiempo. La preparación de la coronación ha sido relativamente largo; esperamos que tenga frutos que permanezcan en el tiempo.

El camino de la fe y del testimonio cristiano no es cómodo ni fácil; y mucho menos en una sociedad secularizada y medio pagana como la nuestra; ser cristiano se parece más a una carrera de fondo y de largo recorrido, que a un trayecto corto; tampoco es apto para personas que quieran llevar una vida sin esfuerzo; es, más bien, un camino largo y difícil; tan largo que empieza en el bautismo y termina en la eternidad.

Estamos en una sociedad que quema etapas y que no quiere compromisos de por vida; en la que duran poco las cosas, las instituciones y las mismas uniones matrimoniales. Necesitamos tomarnos tiempo y aceptar el compromiso de una vida entera, vivida en amor y en fe; vivida en entrega plena y definitiva.

La Hermandad se ha preparado largamente para esta hermosa efeméride de la coronación de la imagen de María Santísima del Rocío. Habéis llevado a cabo diversas actividades litúrgicas, religiosas, formativas, culturales; y de modo especial habéis fomentado la acción social y caritativa, propia de toda hermandad.

Propusisteis celebrar esta fiesta en una fecha litúrgica mariana; y hoy, fiesta del Santísimo nombre de María tiene lugar la coronación.

Tras un largo período de preparación, la Hermandad del Rocío y todos los fieles nos alegramos hoy de coronar canónicamente la imagen de su titular. ¡Enhorabuena a todos los que habéis colaborado en esta preparación! A partir de ahora deben seguir los frutos, las buenas actitudes y la vida de fe, que todo cofrade debe vivir.

3. El libro del Apocalipsis nos presenta una visión insólita en la historia de la humanidad: «Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida del sol y la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza» (Ap 12,1). Se trata de una hermosa mujer “coronada” con doce estrellas, nimbada de radiante luz.

Esta mujer maravillosa es la Madre del Hijo de Dios, a quien alumbra en el tiempo, para que pueda convivir con los seres humanos y llevar a cabo su misión de salvación universal. Dice el texto: «Y dio a luz un hijo varón, el que ha de pastorear a todas las naciones» (Ap 12,5).

Un gran dragón quiso aniquilar al Niño recién nacido; pero la victoria correspondió a la estirpe de la mujer; y una gran voz en el cielo dijo: «Ahora se ha establecido la salvación y el poder y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo; porque fue precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche» (Ap 12,10).

4. Queridos fieles y devotos de la Virgen del Rocío, hoy queremos coronar la imagen de esa hermosa mujer, la Madre del Hijo de Dios y madre de todos los hombres; Madre de cada uno de nosotros, que la amamos, la veneramos y pedimos su intercesión.

La Virgen de Nazaret, de nombre María, estaba desposada con José, de la casa de David, -nos ha narrado el evangelista Lucas-; el ángel le anuncia su maternidad divina: «Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús» (Lc 1, 31). Ella se turba ante tal noticia; pero acepta la misión y responde: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38), sabiendo que el nuevo ser que hay en su seno es obra del Espíritu Santo (cf. Lc 1, 35), es obra de Dios.

Toda la grandeza de la Virgen María le viene por este hecho de su maternidad divina. Jesucristo, Sol invicto que nunca se pone y Luz que ilumina el mundo, quiso ser acogido en las purísimas entrañas de la Virgen María.

Coronar una imagen de María implica aceptarla como Reina de cielos y tierra, y acogerla en nuestro corazón como Madre y Maestra. Ella es Reina por su divina maternidad. Es Madre del Hijo de Dios y madre nuestra; su realeza deriva de Cristo, Rey del universo, y Ella es Madre del Rey invicto.

5. Cristo, su Hijo, Sol radiante, iluminó todo el ser de María y la convirtió en “Rocío”; es decir, una mujer cristalina, que refleja la luz del sol; una mujer iluminada, que transparenta la gracia divina de la que está llena por dentro; una mujer como una hermosa gota de rocío, que al penetrar los rayos del sol en ella, ponen de manifiesto el candor y la belleza de esta criatura; una mujer de limpia hermosura, inmaculada y sin mancha, que Dios quiso adornar para sí.

Contemplad su imagen, queridos cofrades y devotos todos: su cabeza, inclinada ligeramente hacia sus hijos que la contemplan. Ella quiere escucharos, quiere atenderos, quiere oír vuestras peticiones; quiere oír vuestros piropos, vuestras dulces palabras de hijos, ¡decídselas! Su vestido, blanco como la nieve; su cuerpo, envuelto en cándida belleza como una gota de rocío; engalanada con el traje de salvación y envuelta en un manto de justicia (cf. Is 61,10); sus manos tendidas hacia nosotros con maternal solicitud, para ofrecernos lo más preciado: a su Hijo Jesucristo. Esta hermosa imagen recibirá hoy una corona preciosa de doce estrellas.

6. Hoy queremos compartir anhelos e ilusiones, expresar nuestra fraternidad espiritual entre hermanos, cofrades, cristianos y paisanos; establecer mejores vínculos de unión entre los miembros de la hermandad, entre las hermandades, entre las comunidades cristianas y movimientos y entre todos los fieles.

Os animo a promover la devoción a María Santísima del Rocío; a enriquecer la vida espiritual de cada miembro de nuestras comunidades cristianas; a fomentar el apostolado; a trabajar por la nueva evangelización, a la que nos han invitado los últimos Papas.

El discípulo de Jesús, el cofrade, el cristiano, no debe tener miedo de ser testigo de Jesucristo, que es Camino, Verdad y Vida (cf. Jn 14,

6) para todos los hombres; no solo para los creyentes, puesto que Cristo es Camino, Verdad y Vida para todo ser humano. El cristiano y el cofrade deben estar dispuestos a proclamar a Cristo como Verdad delante de los hombres; a confesar su fe; a iluminar las realidades temporales con la luz del evangelio; a transformar la sociedad con la fuerza del amor y de la esperanza cristiana. Recordemos las palabras del mismo Jesús: «A quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos» (Mt 10, 32-33). ¡Palabras fuertes!

7. Felicito a todos los miembros de la Hermandad del Rocío por la gran labor desarrollada en la preparación de esta efeméride y agradezco la presencia de los Padrinos de Coronación: El ilustrísimo Ayuntamiento de Málaga, presente en la persona de su Alcalde, en representación del pueblo malacitano; y la Hermandad Matriz de Nuestra Señora del Rocío de Almonte, presente en la persona de su Hermano Mayor, representante de la extendida advocación que lleva este hermoso nombre de Rocío.

Quiero terminar con un texto de una reciente carta del papa Francisco al obispo de Savona-Noli con ocasión del bicentenario de la coronación de la imagen de Nuestra Señora de la Misericordia: “Deseo, por lo tanto, que mientras nos acercamos al Año santo extraordinario, en toda la Iglesia, se profundice y se difunda la confianza en la Madre de la Misericordia, que en esta tierra ha dado un signo perenne de su ternura y cercanía al pueblo de Dios peregrino en el mundo”. Este es mi deseo también.

Queridos cofrades y devotos de la Virgen del Rocío, manteneos firmes en la fe, en la esperanza y en la caridad, de la mano de María Santísima, para poder compartir un día, con Ella, la victoria de su Hijo y conseguir también la corona de gloria, que no se marchita (cf. 1 Pe 5, 4). Hoy coronamos a la Virgen con una corona material; pero Ella ya está coronada en los cielos por la Trinidad con una corona de gloria inmarcesible. También nosotros queremos participar de esa corona de gloria, cuando el Señor nos llame junto a Él.

Se lo pedimos a Dios por intercesión de nuestra Madre, la Virgen del Rocío y la aclamamos y le rogamos diciendo: María Santísima del Rocío, ruega por nosotros. Amén.

+Jesús Esteban Catalá Ibáñez

Obispo de Málaga

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