El origen de Un Clavel para el Rocío

En Cuaresma de 2012 se cumplieron 40 años desde que la cofradía victoriana instaurara la ya tradicional ofrenda floral ‘Un clavel para el Rocío’. Y es que fue en 1972 cuando se puso en práctica esta iniciativa, debida de Manuel Sánchez Ballester. José Gómez Téllez era el hermano mayor en ese momento. La primera cita se celebró en horario de cinco a siete de la tarde, en la iglesia de San Lázaro. Según advirtió diario SUR, se recaudaron más de mil docenas, entre claveles y rosas.

Manuel Sánchez Ballester

La cofradía pidió a los fieles que depositasen tarjetas con sus nombres «en las bandejas que se colocarán con este fin». Entre todas las donaciones hubo una muy singular: «Ciento diez docenas de claveles que desde Valencia llegarán hoy –Lunes Santo– en un camión frigorífico enviados por los hermanos mayores honorarios de la Hermandad, señores Suñer y Sanchís. Por parte de devotos, cofrades, organismos malagueños y entidades, se ha anunciado al hermano mayor de la Cofradía, el envío de importantes remesas de claveles». También se sumaron la conocida fábrica de helados Avidesa –Luis Suñer era su propietario–, la Peña Malaguista y el Club Deportivo Málaga, entre otras instituciones. «Esta simpática idea, nacida al calor del singular afecto con que la Hermandad del Rocío cuenta entre los Victorianos, ha sido lanzada por un grupo de entusiastas comerciantes y vecinos de Lagunillas y otras calles del barrio de la Victoria y al extenderse esta original idea por otros sectores de la ciudad, el hermano mayor del Rocío está recibiendo numerosos ofrecimientos de personas que tienen gran deseo de sumarse a este homenaje que los Victorianos quieren rendir a la Novia de Málaga».

Diario Sur. 1972

Cumpliendo con la información facilitada previamente por la hermandad, con las flores obtenidas se adornaron los tronos del Nazareno de los Pasos y la Virgen del Rocío. Asimismo, se destinaron flores a la instalación del Monumento parroquial del Jueves Santo, «con lo que la Hermanad, que también y por privilegios de la Santa Sede, es Sacramental, se suma así a este grandioso homenaje a Jesús Sacramentado», decía este periódico.

Ya el Martes Santo, día procesional de la corporación, la Novia de Málaga lució la medalla de la ciudad. Esta distinción pertenecía a Francisco García Grana, que fue hermano mayor de la fraternidad victoriana desde el 14 de mayo de 1950 al 25 de mayo de 1954 y alcalde de Málaga desde 1958 a 1964. Gracias a su gestión al frente del Consistorio, García Grana recibió la medalla el 1 de agosto de 1970, tras ser nombrado Hijo Predilecto. «La Hermandad del Rocío, en atención a los méritos contraídos por el señor García Grana, entregará en el curso del mismo un martillo de mayordomo de trono que le perpetúe como Mayordomo honorario de la Santísima Virgen del Rocío, de tanto arraigo devocional en la familia García Grana». El ex hermano mayor cedió la medalla de manera definitiva en 1994, pues con anterioridad era custodiada durante todo el año por el propio García Grana.

Camino del medio siglo de vigencia, la ofrenda ‘Un clavel para el Rocío’ sigue siendo una de las convocatorias más populares que desarrollan las cofradías malagueñas. El propósito no ha variado en el tiempo, aunque sí lo ha hecho su marco de celebración, al ser trasladado a la casa hermandad en 2004.

Cuando llegó a la Hermandad del Rocío, Manuel Sánchez Ballester se encontró de bruces con una situación de «pobreza ilimitada», como él mismo define. No eran años de bonanza para las cofradías, pero el espíritu emprendedor de este malagueño supuso una palanca de cambio decisiva en el empuje que vivió el Rocío durante los últimos años de la década de 1970. La falta de presupuesto provocaba, entre otras muchas penurias, que la Virgen tuviera que salir sin flores. Sánchez Ballester presenció aquello un año, pero se prometió que ya nunca volvería a ocurrir. En efecto, puso en marcha una convocatoria multitudinaria con el objetivo de conseguir adornos florales para la Virgen. El resultado fue un éxito rotundo y su eco llegó incluso a otras ciudades de España, como a Valencia, desde donde una heladería envió una docena de flores. Desde entonces y hasta ahora, la iniciativa ‘Un clavel para el Rocío’ es santo y seña de la hermandad y cada año permite que el trono de la Virgen salga cubierto de claveles blancos.

La pasión cofrade de Manuel se remonta hasta su infancia, pero fue hace 35 años cuando tomó un papel protagonista en la Semana Santa de la ciudad. Entró en el Rocío de la mano de Pepe González Téllez y pronto fue nombrado secretario general. Reunió en torno a la hermandad a varios jóvenes junto a los que organizó sorteos y otras actividades para mejorar la situación económica de la corporación. Aún recuerda el primer beneficio que sacaron: 250.000 pesetas que fueron destinadas a la compra de bastones, mazas, bocinas y faroles. Poco a poco, siempre bajo las brillantes ideas de Manuel y otros amigos, la cofradía fue saliendo del bache.

Victoriano hasta la médula («No hay quien lo saque del barrio», reconoce su mujer), Manuel trabajó de cajista en diario SUR hace más de 70 años. Tras realizar el servicio militar, fundó una imprenta y se dedicó también a la compra y venta de plástico. Este último negocio resultó fallido, algo que en cierta manera reprimió el carácter emprendedor de Sánchez Ballester, quien a partir de entonces y hasta su jubilación trabajó en Unicaja. Pero, por encima de todos los trabajos que ha desarrollado, su gran vocación siempre ha sido la cofrade.

Durante su etapa en el Cautivo, del que también fue secretario general, la corporación se hermanó con el Ayuntamiento de Barcelona gracias a sus gestiones. De allí trajo una amplia representación para la procesión del Lunes Santo, y como consecuencia, poco después, la calle Tacón pasó a convertirse en la avenida de Barcelona. Otra de las historias que su asombrosa memoria registra con nitidez es la que tiene lugar con el Puerto de Santa María (Cádiz), cuando en una de sus calles vio una imagen del Cautivo. Hizo las gestiones pertinentes y el Ayuntamiento de Málaga acabó donando una placa que aún se conserva y que reza: «Jesús Cautivo, milagrosa imagen que se venera en la iglesia de San Pablo de la ciudad de Málaga».

NOSTALGIA

Volviendo al Rocío, recuerda con añoranza las reuniones de los hermanos en San Lázaro, cuando gestar proyectos era casi una obligación diaria. La ilusión por mejorar la situación de las cofradías y la emoción ante la llegada de cada Semana Santa eran el verdadero motor vital para Manuel. Ahora, tras sufrir un ictus y una rotura de fémur en los últimos años, el panorama ha cambiado. «Lleva unos días tristes», admite su mujer. Pepita lo conoce como nadie. Sabe que la nostalgia por ver los tronos desde calle Larios, como ha sido costumbre durante décadas, siempre supone un mazazo para él en estas fechas. «Aunque en la televisión también se ve muy bien», matiza con una sonrisa.

Ambos se conocieron por carta, mientras ella estaba en Cádiz. «Tenía una caligrafía preciosa», recuerda Pepita, quien siempre ha sido el mayor apoyo de Manuel. Jamás se han perdido una sola Semana Santa. Eso sí, en este caso Manuel disfruta viendo los toros desde la barrera; nunca le ha picado el gusanillo de ser portador. «Es demasiado peso. Además, siempre me ha emocionado ver los tronos, y bajo los varales me lo perdería», sentencia. Entre sus iniciativas para levantar las hermandades se encuentran algunas de las costumbres más célebres relacionadas con el ámbito cofrade malagueño. Fue precursor de un concurso de saetas, y también fue idea suya ofrecer a los recién nacidos en la fiesta de la Candelaria o ir a Madrid en coche para pedirle al torero Victoriano Valencia el último traje de luces que lució antes de su boda con el objetivo de donárselo a la cofradía. Puro entusiasmo.

Alberto Gómez
Diario Sur. Cuaresma 2013

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