La Navidad es una hermosa fiesta, para vivirla con alegría y con esperanza; para dar gracias a Dios, porque ha venido a buscarnos y a sacarnos del atolladero en que nos hemos metido por el egoísmo y el pecado. Y para acercarnos a nuestros hermanos más necesitados, descubriendo en ellos el rostro de Jesucristo, quien se ha rebajado para acercarse a nosotros. Vivamos nosotros la alegría de haber encontrado a Cristo en el hermano necesitado.
Este año que vamos dejando atrás quedará grabado para siempre en nuestra memoria como el año de la pandemia; que nos separó a unos de otros; nos obligó a confinarnos y a despedir prematuramente a muchos seres queridos.
Desde el punto de vista cofrade, 2020 nos dejó sin vivir una Semana Santa y un Martes Santo con nuestros sagrados titulares entronizados y recibiendo la veneración de los fieles. Para el recuerdo quedarán las impactantes fotografías de la puerta de San Lázaro cerrada a cal y canto, pero rebosante de claveles y ofrendas a Jesús de los Pasos y a la Virgen del Rocío.
Con casi total seguridad, el nuevo año que recibiremos en unos días tampoco nos permitirá realizar nuestra procesión de penitencia ni los cultos y actos que la Hermandad desarrolla durante los meses que circundan a la Cuaresma. Es momento de cuidar más que nunca a nuestras familias y al prójimo, cumpliendo las medidas sanitarias que las autoridades nos recomiendan.
Aún así, perseveremos en nuestra inquebrantable devoción a Jesús Nazareno de los Pasos y a María Santísima del Rocío para que, con su infinita bondad nos colmen de bendiciones en estas entrañables fiestas y en el nuevo año que se nos avecina. Para que su luz reconforte nuestros corazones y podamos afrontar con seguridad estos difíciles días.
Podemos encontrar a Jesús en el rostro de tantas personas necesitadas, pobres, enfermos, hambrientos, inmigrantes, presos, ancianos, maltratados. En nuestra sociedad del bienestar y de la opulencia sigue habiendo pobres necesitados de los bienes más elementales: alimento, ropa, casa, trabajo. Cerca de nosotros y en nuestro entorno podemos descubrir a personas necesitadas, que reflejan el rostro de Jesús. La Navidad nos ayuda a abrir los ojos, a descubrir el rostro de Jesús en quienes pasan a nuestro lado, sobre todo en los más necesitados.
Hace unos días el Para Francisco decía: «Pensemos en la Navidad de María y José. No todo fueron rosas y flores en su camino. En medio de las dificultades y preocupaciones durante aquellos días, la fe, la esperanza y el amor les guiaron y sostuvieron. ¡Que sea así también para nosotros!»
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