La historia de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús de los Pasos en el Monte Calvario está jalonada de episodios históricos, algunos de ellos estrechamente vinculados al devenir de la propia ciudad, como el de la epidemia de cólera que fue declarada en 1860. Por tal motivo, se celebraron rogativas públicas para mitigar los estragos que la enfermedad estaba causando en la población. Una serie de imágenes -entre las que se hallaba la del Nazareno de San Lázaro-, quizás las más populares y devocionales de ese período decimonónico, fueron procesionadas por cofrades y fieles para impetrar del Cielo que la enfermedad quedara erradicada.
Esta epidemia, entre las muchas experimentadas a lo largo del siglo XIX, sería la que mayor reacción religiosa suscitase entre el pueblo ante la impotencia que suponía no hallar ninguna defensa ante ella en la ciencia médica de la época. Esta circunstancia provocó el consiguiente incremento de los actos de piedad, a los que secularmente se recurría en caso de extrema necesidad.
En las Actas Capitulares del Cabildo municipal de 1859, ya se daba cuenta de que la pandemia había afectado a la población de Alicante y de que en Algeciras el número de vecinos iba en descenso. La epidemia no se inició en la capital malacitana hasta principios del mes de mayo de 1860, con la llegada de 4 oficiales y 320 soldados enfermos procedentes del norte de África. Las autoridades civiles tomaron la decisión de declararla oficialmente el día 11 de mayo.
La prensa local, por su parte, revelaba el 23 de mayo acerca de la propagación de la misma lo siguiente: “(…) empieza a alterarse (…) la salud pública en algún que otro pueblo de la provincia. Si es cierto, lo sentiremos”.
Rogativas
Esta epidemia provocó varias manifestaciones públicas de fe. Así, el 27 de mayo, desde la parroquia de San Felipe Neri salió una procesión con la Virgen de Servitas, que recorrió las calles del barrio de Capuchinos. Al paso de la imagen “se aglomeraba la gente demandando misericordia y alivio á los males que nos afligen”.
El día 31, partió otra procesión de la iglesia parroquial de los Santos Mártires con la efigie de la Virgen María: “(…) para dar un testimonio público de su religiosidad y piedad, aplacar la ira del Señor, y conseguir su misericordia mediante la intercesión poderosa de la que es nuestro refugio, nuestro amparo y nuestro consuelo en las mayores tribulaciones”. Se hacía un llamamiento para que los padres de familia mandaran a sus hijos con objeto de que acompañaran al cortejo.
En esa misma jornada, el Cabildo secular acordó que se hicieran rogativas públicas con las imágenes habituales en estos casos, es decir, el Santo Cristo de la Salud, la Virgen de la Victoria, el arcángel San Rafael y los Santos Mártires Ciriaco y Paula. Éstas serían trasladadas desde sus respectivas sedes eclesiales hasta la Catedral de la Encarnación. Para ello, el obispo Juan Nepomuceno Cascallana Ordóñez dio la aprobación.
Al parecer el 2 de junio fue el día elegido para llevar a las veneradas efigies a la Basílica. La prensa local avisaba, con motivo de la procesión general, que las sagradas imágenes permanecerían en la Iglesia Mayor hasta que terminaran “las actuales circunstancias”.
La Congregación de Jóvenes que daba culto a la advocación del Sagrado Corazón de Jesús, de la iglesia de la Aurora María, enclavada en el barrio de la Trinidad, decidió procesionar en esa fecha una imagen de la Virgen María.
También en esa jornada se llegó a efectuar la salida de la Virgen del Carmen por las calles del barrio de El Perchel. Véase, pues, con más detalle cómo describió el periodista Francisco López, de El Avisador Malagueño, la procesión que no vio pero que se la contaron:“(…) salió anteanoche de la iglesia de Nuestra Señora del Carmen, se nos ha dicho que fue muy devota, y que en aquel barrio ha producido un grande efecto moral por la mucha devoción que todos sus habitantes tienen en las veneradas efigies que fueron sacadas, y particularmente en la Virgen que se venera bajo aquella advocación. El acompañamiento era numeroso, y el vecindario se agolpaba al paso de la procesión para pedir a Dios y a su Stma. Madre, el remedio contra la calamidad que se padece, y de la que es hoy victima también el referido barrio pues son bastantes, los atacados de la terrible enfermedad. ¡El Altísimo oiga piadoso tantos ruegos, nacido de lo intimo del corazón!
El domingo 2, se realizó otra procesión -ésta sería la tercera que se registraba ese día- con las imágenes trasladadas al primer templo de la Diócesis malacitana. Así se recogió el acto por los medios de información: “La procesión salió de la Sta. Iglesia Catedral, como á las seis menos cuarto, cantando la letanía de los Santos. En ella iban el clero parroquial, el Ilmo. Cabildo eclesiástico, el Excmo. é Ilmo. Sr. Obispo, el Excmo. Ayuntamiento, presidido por el Sr. Gobernador, y las corporaciones y empleados que habían sido invitadas por la Municipalidad. El Sr. Comandante general, con los Sres. Gefes y Oficiales de los Cuerpos, aguardaba en la iglesia de la Victoria, como también infinidad de personas de todas clases, las mas con cirios, para acompañar a las imágenes. Organizada aquí nuevamente la procesión, y repartidos cirios a todos los convidados por la Municipalidad, regresó a la Catedral con las efigies de los Stos. Patronos Ciriaco y Paula, Ntra. Sra. de la Victoria y el Stmo. Cristo de la Salud, por la expresada calle de la Victoria, plaza de Riego, y calles de Granada y de Santa María, cantando los salmistas y repitiendo el pueblo las letanias de los santos y Salmos penitenciales. Al paso del Ssmo. Cristo casi el pueblo todo se arrodillaba con grande devoción y afecto”.
La prensa de la ciudad seguía informando del estado de la epidemia. La procesión del Corpus Christi había adelantado, en principio, la hora de salida -a las ocho de la mañana- para evitar los ardores del sol, pues se entendía que podría perjudicar la salud. Finalmente, la procesión del Santísimo se efectuó el 7 de junio a las seis de la tarde. En esa fecha, se emitió el siguiente parte:“La enfermedad continúa estacionada, pues si bien se ha notado alguna menos mortalidad en estos últimos días, las invasiones continúan casi en la misma proporción. Sin embargo, llevamos un mes largo de epidemia, y es de creer haya adquirido ya todo su desarrollo, y por consiguiente que mas que en aumento vaya en descenso”.
La novena que se celebraría en honor de los Santos Patronos en su sede parroquial, tendría como intenciones la desaparición de la calamidad. En los días de los cultos, el Ayuntamiento dirigió un escrito al Deán y Cabildo de la Santa Iglesia Catedral para informarles que, debido a las ocupaciones de los miembros de esta Corporación, no acudirían a la función principal de los Santos Mártires el 18 de junio.
Nazareno de los Pasos
Mientras dichas funciones religiosas tenían lugar, las rogativas públicas no cesaban. En el barrio de la Victoria se estaba organizando una procesión de rogativa para el domingo 17 de junio, en que se sacaría a “la venerada imagen de Ntro. Señor de los Pasos, con el piadoso objeto de conseguir la total extinción de la calamidad que nos aflige”. Para dicho fin, había sido creada una comisión, que suplicaba “a todos los individuos de la hermandad se sirvan asistir á dicho acto religioso: asimismo invita a los fieles de uno y otro sexo que se hallen en posibilidad de hacerlo, asistan con luces para que multiplicando las ofrendas á este Divino Señor, se digne acceder á nuestras fervorosas súplicas”. El recorrido acordado fue el que sigue: Cobertizo del Conde, Huerto del Conde, Frailes, Peña, Mariblanca, Álamos, Plaza de Riego (actual de la Merced) y calle Victoria.
Llegado ese día, salió a la calle la efigie de Nuestro Padre Jesús de los Pasos en el Monte Calvario, acompañada de las de San Francisco y el arcángel San Rafael. La procesión, que arrancó de la iglesia de San Lázaro,“era muy numerosa de personas de uno y otro sexo, con luces, y algunas señoras iban de penitencia sin zapatos. La carrera que siguió estuvo muy concurrida. La procesión fue devota, y propia para implorar misericordia”.
Posteriormente, el 25 de junio, la Junta Provincial de Sanidad declaró libre de la epidemia a la ciudad. Cuatro días después, se cantó un Tedeum en el templo catedralicio con asistencia de las autoridades eclesiásticas y civiles. Pese a la citada declaración se produjeron algunas defunciones en el mes de agosto y en torno a veinte en septiembre que, por lo que parece, se debían a enfermedades comunes. Fuese o no así, constituyeron éstas los últimos vestigios de una de las epidemias más devastadoras experimentadas en Málaga que, por su condición de portuaria, siempre estuvo expuesta a sufrir periódicamente estas contingencias.
Andrés Camino Romero
Historiador. Director de la revista La Saeta
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