La historia de la Cofradía del Rocío es rica en su dilatada trayectoria de personas que, a lo largo de los tiempos, influyeron de alguna manera en el devenir y en la herencia que nos ha tocado vivir. uno de esos nombres que influyeron de forma determinante para con lo que hoy conocemos fue el imaginero valenciano Pío Mollar Franch. De sus gubias salió la antigua imagen de Jesús Nazareno de los Pasos que aún se conserva en las dependencias de la casa hermandad de la cofradía. pero, sin duda, la obra más emblemática por motivos religiosos y devocionales es nuestra sagrada titular, María Santísima del Rocío. sin él y su arte, nuestra historia sería radicalmente distinta. Antonio Pino del Olmo, ex hermano mayor y consejero de la hermandad, nos adentra en la vida de un artista desconocido por muchos. conozcamos a Pío Mollar y remontémonos hacia finales del siglo XIX.
Pío Mollar Franch nació en Valencia en 1879. Se formó en los talleres de imaginería de su ciudad. Creó un taller en Valencia donde realizó encargos de esculturas de carácter cívico; panteones e imágenes religiosas, dentro de un estilo academicista con reminiscencias barrocas. Alcanzó notoriedad por la excelente ejecución de imágenes cristíferas en los que se advertía la influencia de los grandes imagineros valencianos, como Forment, Vergara, Bonet y Muñoz.
En la representación muscular mostraba aquella frondorescencia expresiva en los faciales, en los grupos del pelo, la barba y flexión de cabezas y miembros. Pero también incursó en otros géneros escultóricos glípticos, donde un sentido barroco singular clamaba la decisión de incursar el movimiento más expresivo. Fue autor de numerosos grupos escultóricos, como su célebre Anteo, y de varios panteones.
El crítico de arte José María Bayarri destacó su buen carácter, su bondad, así como su condición de trabajador infatigable y de artista temperamental, conocedor del oficio.
Durante su juventud visitó diversos países americanos y europeos para los cuales realizó diversos encargos. Falleció en Valencia, el 28 de agosto de 1953, a los 75 años de edad. Su obra se halla representada en el Museo de Bellas Artes de Valencia y en numerosas colecciones oficiales, privadas españolas y extranjeras.
Tenemos noticias de los herederos, José Valiente Estrela y Josefa Buchón del Castillo, por la donación que se realizó el 12 de octubre de 1968, de la escultura Francisco Pizarro, de 1930. El modelo original -que fue esculpido en madera policromada- se encuentra en la actualidad sobre una alta columna de orden jónico procedente del antiguo Hospital de Valencia, colocada allí el 14 de julio del año 1969. En la misma figura existe una leyenda fuera del alcance de nuestra vista que dice Raza Española. Asimismo también aparece la firma del autor.
Ribalta –prestigiosa revista de la época- decía en 1946 del escultor: «Es un viejo maestro joven, respetado, admirado y querido de todos. Nació para escultor y de su estudio salieron buenos escultores. Aún vive para el arte y hay que verle con la gubia en las manos y el gusto en el concepto estimulándonos. Discípulo de nuestro San Carlos y de aquel estudio de D. Modesto Quilis en su mejor época. Supo elevarla imaginería a primera línea».
En otra biografía se refleja que cursó estudios artísticos en la Real Academia de San Carlos, donde tuvo por maestros a los escultores Modesto Quilis y Miguel Blay.
Concurrió a varias exposiciones colectivas, consiguiendo Medalla de Oro en la Iberoamericana de Madrid, en 1905; la Regional Valenciana, en 1909, y la Hispanoamericana, de México, en 1910.
Su obra es muy extensa, cultivando la estatuaria en mármol, bronce y madera policromada. Se especializó en la escultura de carácter religioso, pasando de 3.500 las esculturas existentes entre toda España y América. Un claro ejemplo de esto es el Monumento a la Raza Española, que esculpió por encargo del Gobierno de Perú, y que se encuentra instalado en Lima.
También practicó la decoración artística en madera tallada, con diversos estilos y órdenes, habiendo realizado en su taller más de 800 obras entre las que existen altares, retablos y otros trabajos complementarios de templos.
En Valencia existen obras suyas en la iglesia de la Santa Cruz (una Virgen del Carmen) en la de San Juan y San Vicente (un San José) y otras en la casa de beneficencia, en el asilo de San Juan Bautista, en el colegio Jesuita, etc. Durante mucho tiempo tuvo instalada una exposición permanente de sus obras donde destacaban imágenes sagradas, en la Calle Zaragoza.
He tenido la suerte de poder hablar con uno de sus colaboradores, que en su juventud trabajó en el taller de la Calle del Norte en Valencia, el escultor Rafael Grafia Jornet.
Rafael nació en 1924 y gracias a su testimonio podemos tener algunos detalles sobre la figura de Don Pío, como le denomina Rafael. Durante una conversación, me atreví a preguntarle sobre que tal persona era, a lo que no dudó en contestarme que Pío Mollar era una persona afable, amigo de sus amigos y muy querido por quienes le trataban. En su época como colaborador, de 1941 a 1945, vivió muchas anécdotas en las que el maestro Pío Mollar favorecía a Rafael Grafia frente a los reticentes encargados del taller que no reconocían que el joven escultor lo hacia bien. Pío Mollar le premiaba con encargos de mayor valía y dificultad, como rostros de nazarenos y mascarillas de vírgenes, piezas que estaban reservadas a los oficiales del taller. Esto provocó la marcha de alguno de ellos. En la época de Rafael había 25 empleados, con lo que podemos hacernos una idea de la cantidad de trabajo que salía del taller.
A Rafael nunca le pareció una palabra más alta que otra. Pío Mollar era muy trabajador. Cuenta que cuando había que reír se reía como uno más y cuando había que estar serio igual, pero no reñía con nadie, siempre era educado con todos. Rafael me contó que la mañana la dedicaba al trabajo en el taller y que por la tarde iba al Círculo de Bellas Artes de Valencia.
También me contó que era una persona muy creyente, que asistía a misa todos los domingos en la iglesia de San Sebastián y San Miguel de Valencia. Cuando le pregunté sobre su familia, me contó que no estaba casado, y que sólo tuvo una hermanastra llamada Josefa que no era muy agraciada. Sobre ella me contó otra anécdota: según parece, el taller se encontraba en la planta baja y Pío Mollar vivía con su hermana en el piso superior. Cuando había que poner los ojos a alguna imagen (Rafael cree que venían de Alemania), éstos se encontraban en la casa de la hermana de Pío Mollar.
El joven Rafael subía a pedirlos junto a la cera que servía para pegarlos. En la entrada de la casa tenía la escultura de Pizarro, que casi rozaba con el techo. Pío Mollar mandaba personalmente al joven Rafael para que su hermana Josefa no le regañase por gastar más ojos y cera de la cuenta. No olvidemos que hablamos de la posguerra y la escasez era total.
Cuando hablamos de las técnicas que se utilizaban en el taller, Rafael me reiteró que se realizaba todo a mano. No intervenía máquina alguna, ni se hacían modelos de barro. Insistiendo en el tema de que si existían modelos y réplicas de esculturas en el taller, me reiteró que no había modelos de obras ya realizadas. Todo se hacía directamente en la madera y todos eran encargos de cofradías. Las obras no eran seriadas. Tan sólo algunos bocetos a lápiz -que aún se conservan y que sirven para ilustrar este artículo-alguna fotografía y muchas ganas de desbastar la madera.
Supuso una gran emoción el conocer cómo fue el origen de nuestra Virgen del Rocío. Posiblemente, la madera utilizada fue la que me contó Rafael: lo más probable es que esté realizada en madera de Pino Albara. Maderas que podrían haber llegado desde Soria o incluso desde Finlandia o Suecia.
Se cerró el taller en el año 1946. Pío Mollar sufrió una muerte repentina en el año 1953, debida a los problemas de tensión que sufría. Dejó un vacío sensible y doloroso en las filas de los escultores más fecundos de la escuela valenciana de principios del siglo XX.
Si en Málaga se habla de Pío Mollar es obligado recordar a quien influyó mucho en que este escultor trabajara para las hermandades y cofradías de nuestra ciudad. Su nombre es Manuel Sánchez Pérez que -a mi entender- fue el creador de la devoción a la Virgen del Rocío y gran impulsor de la hermandad en el Siglo XX. Fue representante artístico del escultor en Málaga y Granada, tal y como aparece en anuncios de La Saeta.
He podido comprobar que la obra de Pío Mollar se encuentra dispersa por toda la geografía española. Algunas las he podido disfrutar in situ: Virgen de los Desamparados (Tabernes Blanques, Valencia), Inmaculada, Sagrado Corazón y San Francisco (Monasterio de Guadalupe, Cáceres), Resucitado y cirineo (Archidona, Málaga), Cristo de los Pastores (Villarejos de Fuentes, Cuenca), Cristo Yacente, Dolorosa y la Oraciónen el Huerto (Benavente, Zamora) Inmaculada (Cádiz), Jesús en su entrada en Jerusalén (Mérida, Badajoz), Nuestra Señora de las Angustias (de 1941, en Montoro, Córdoba), grupo del Prendimiento (de 1941, en Burgos), Virgen de la Soledad (de 1946, en Elda, Alicante) y Jesús de los Pasos (1940), en nuestra casa de hermandad.
Realizó varias imágenes para la Semana Santa de Málaga pero ya no existen. Fueron destruidas en los años 1931 y 1936. En el caso de la Sagrada Cena, un incendio fortuito en su capilla fue el causante de su desaparición en 1969. Es curioso lo sucedido en los últimos años: tres imágenes marianas talladas por Pío Mollar han sido coronadas canónicamente. ¿Es un signo de que las imágenes que realizó Pío Mollar gozan de una unción especial? Lo que es seguro, es que el Altísimo inspiró a nuestro escultor -ayudándole a crear no sólo una obra de arte- sino algo más: imágenes que llaman a la oración.
No tengo conocimiento de dónde terminaron sus gubias -el bien más preciado de un escultor- con el valor añadido que acariciaron las mejillas de la más bella reina del barrio de la Victoria, la Virgen del Rocío.
Que las manos que tallaran a nuestra Virgen descansen en paz, con el reconocimiento al que fue un gran imaginero, con unción religiosa capaz de atraer la devoción a María ya que como dice nuestro director espiritual, en San Lázaro es Martes Santo todos los días del año.
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